jueves, 14 de octubre de 2010

El bullying como síntoma: La verdadera enfermedad de la educación


El bullying es el síntoma. La enfermedad es otra: tiene que ver con una versión de la "sana" convivencia escolar. Con esa versión de la convivencia que pretende hacer de las escuelas verdaderos campos de concentración, con alambradas, reflectores, perros y kapos. Y con adoctrinamiento en "valores" al estilo de "Sopa de Pollo para el Alma".
Hay malas noticias para quienes propugnan esa visión de convivencia: los chiquillos y las chiquillas van diez pasos en otra dirección; su música es el "perreo" y sus programa, Yingo u otros. Malas noticias para los profesores y profesoras, a quienes ya no temen, y muchas veces ni siquiera respetan.
Y es que una ley referida a la convivencia en educación, discutida en un parlamento que se supone la máxima expresión de la democracia, no puede omitir el hecho de que la construcción de la convivencia, en cualquiera de sus ámbitos, incluso en la más pequeña y alejada escuela rural, es un hecho político. Un hecho que tiene que ver con "las mentes y los corazones". Ese mismo parlamento no puede reducir la normativa de la "sana" convivencia sólo a la modificación del Artículo 15 C para agregar nuevas sanciones en los reglamentos internos.
La convivencia no se reduce a reglamentos, sanciones, y sopa de pollo para el alma. Esa concepción estrecha no conduce al desarrollo moral autónomo de nadie y el resultado final es el que ya tenemos: se pide un carabinero por cada barrio, cada manzana, cada esquina y cada casa.
Es el momento de mirar los temas de bullying y violencia escolar como una resultante del desmoronamiento de la escuela como institución que forma para la convivencia democrática y proponerse reconstruir ese sentido. Por ejemplo, volver a hacer de los profesores jefes verdaderos líderes formadores de procesos democráticos en cada consejo de curso; hacer de los inspectores los articuladores de procesos de capacitación en métodos y procedimientos de discusión y elección respetando las reglas de la democracia a todos los colectivos de la escuela: a los centros ed alumnos, los centros de padres, los consejos escolares; incentivar la participación de los estudiantes en la gestión de la convivencia creando las Repúblicas Escolares: En fin: cambiar de una vez y para siempre la errónea concepción que mejora la convivencia con con campos de concentración, para tratar aquello que de verdad importa: convivencia democrática, forja de ciudadanos; desarrollo moral autónomo.

* Alfredo Rojas Figueroa. Profesor de Estado en Historia y Geografía. Autor de
Bases del Liderazgo en Educación con Fernando Gaspar (UNESCO, 2006) y Construyendo Autoridad Moral desde el Aula, con Nora Lambrecht (UNESCO, 2009).

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